Dr. Eduardo Cavieres: “Para estos profesores, la expectativa y la frustración caracterizan el espacio público chileno que les ha tocado vivir”
El concepto de espacio público, como objetivo de aprendizaje, sólo se incorporó recientemente al currículo a través de los programas de estudio de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de los últimos dos niveles escolares, tercero y cuarto medio. Con el fin de conocer las implicancias de su enseñanza, el académico del Departamento de Ciencias de la Educación, Dr. Eduardo Cavieres Fernández, lideró el proyecto Fondecyt Regular N°1210277, “Narrativas de espacio público: enseñando para la participación ciudadana”, finalizado en marzo de este año.
“¿Este espacio público se parece al que viven los estudiantes o es un espacio público que responde más a un estereotipo querido por la institucionalidad pública? En esa discusión me parece que son cruciales los profesores que están mediando entre el currículo escolar y los estudiantes, discutiendo estos contenidos a la luz de sus propias experiencias”, plantea Cavieres.
Tras indagar sobre la selección de contenidos relacionados a ciudadanía y la construcción del bien común en el contexto de las movilizaciones sociales (Fondecyt de Iniciación 11121156); y en referencia a la unidad de aprendizaje de independencia nacional en el currículo de Historia (Fondecyt Regular 1180475) – “porque allí partió todo esto que ha estado ocurriendo en América Latina, es decir, un Estado que parece absorber la ciudadanía y al espacio público” – el último proyecto se centró en la enseñanza del espacio público en la nueva asignatura de Educación y Ciudadanía.
– Contenido oficial, ¿qué queda fuera?
– «El conocimiento oficial, el que los Estados establecen para enseñar en las escuelas, obedece a distintas causas y suele reflejar a determinados grupos. “Es muy probable que el currículo nacional hoy día refleje mucho más a un chico de clase media alta de Reñaca que uno de clase baja de Playa Ancha, en ese sentido, comprender el currículo resulta importante porque el conocimiento, al ser distribuido, genera selección y exclusión”, señala el investigador».
– ¿Cómo deciden los Estados que contenidos incorporar?
– «Es un proceso complejo en que concurren distintas demandas del sistema educativo. Si Chile tiene que ser más competitivo, por ejemplo, es evidente que los futuros profesionales y trabajadores debiesen manejar, más o menos, los mismos conocimientos que en Singapur, Londres y Estados Unidos porque tenemos que pensar en términos de nuestras relaciones internacionales. Allí hay un nivel de homologación de contenidos, como la prueba PISA. A su vez, como país tenemos que generar vínculos entre nosotros para desarrollarnos y ahí vienen estos conocimientos sobre ciudadanía. De todo eso resultan programas por asignatura y textos escolares en un proceso que va definiendo, seleccionando y excluyendo contenido».
– ¿Dónde cree que el Estado de Chile ha puesto cierto énfasis?
– «He seguido el currículo de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, y en esta asignatura ha persistido una imagen del ciudadano responsable, productivo, que participa para colaborar en las tareas del Estado eligiendo a sus representantes. Cuando uno analiza esto ve cierto énfasis economicista en donde lo más importante es el desarrollo personal a través de la propia movilidad social. Ahí, el conflicto se asume a través de canales de resolución de problemas bajo la lógica que, básicamente, si tienes una buena economía, recursos, podrás
resolver tus problemas, incluyendo aquellos de convivencia».
– Pero eso no es así…
– «No se da tal cual en la realidad y pareciera ser que las protestas de los movimientos sociales se refieren a ello. Que también es bueno ser un poco conflictivo, porque es asumir que vivimos en una sociedad con dificultades y que es importante pronunciarse, decir lo que se piensa y tratar de generar cambio. Los proyectos colectivos también son importantes, no sólo los intereses individuales».
– ¿Y esa perspectiva aparece en el currículo?
– «Podrá estar mencionado pero, en lo fundamental, está ausente y el problema de ello es que mientras tenemos estos contenidos de currículum individualistas, la cultura chilena ha entrado en una multitud de crisis precisamente porque ese modelo no funciona, porque no es el mundo real en que viven los estudiantes donde no cuentan con los recursos para superarse individualmente, entonces buscan apoyos en otros, pero eso pareciera estar también trabado. Por ello, cuando los estudiantes entran a la sala de clases de historia, donde se tiende a enseñar ciudadanía, se generan fisuras y exclusiones, donde los temas que están viviendo no se ven en el currículum».
Expectativa y frustración: espacio público en la experiencia docente
A través de las experiencias discutidas con un grupo de alrededor de ocho profesores y profesoras de las regiones de Valparaíso, Metropolitana e Iquique de esta asignatura, el grupo de investigación abordó los programas y textos escolares de Educación y Ciudadanía de tercero y cuarto de secundaria porque “la intención no era sólo pedirles la opinión a los profesores, sino ahondar en su trayectoria ciudadana y docente, se trataba de hablar con ellos sobre espacio público haciendo al mismo tiempo espacio público”.
– A raíz de estos lineamientos institucionales, ¿cómo se va dibujando el concepto de espacio público?
– «En general, el Estado cumple siempre un rol preeminente. Con el mismo neoliberalismo, la economía exigió un Estado fuerte que le permitiera desarrollarse y afectar el conjunto de la sociedad y la consecuencia es que los ciudadanos continuaron careciendo de la libertad para tener espacios públicos autónomos en los cuales deliberar y fomentar una forma ciudadana que les permitiera construir una sociedad más afín».
– Y en relación a sus propias memorias y experiencias de espacio público, ¿cómo la definían los profesores?
– «El espacio público es un ideal, pero la realidad es más compleja. Es importante que haya espacio público, pero no se trata de ignorar al Estado. Es esencial que el espacio público pueda influir en el Estado, solo que, por lo temas del poder, cuando el espacio público crece, siempre queda absorbido por la institucionalidad política. Es un balance extremadamente difícil de alcanzar.
«A los profesores les pasó que el 2006, cuando parten estos movimientos sociales, sintieron muchas expectativas de cambio y que los ciudadanos iban a ser los protagonistas, pero después vino la frustración. No sólo porque el Estado no realizó los cambios, sino porque los ciudadanos no hicieron todo lo que podrían haber hecho para que así fuese. En ese sentido, para estos profesores, la expectativa y la frustración caracterizan a este espacio público chileno que les ha tocado vivir».
– ¿Qué tanto dialoga esta versión con la versión institucional?
– «Los profesores nos contaban que sus memorias les permitían enseñar una versión más contextualizada del espacio público y acentuar que no es simplemente un lugar físico organizado por el Estado, sino que es la forma en que los ciudadanos viven su vida cotidiana en la sociedad. Vincular la expectativa y la frustración tiene más que ver con la vida concreta y va más allá de las decisiones que se hacen desde el Estado. Tiene que ver
cómo nos vinculamos en el día a día y si nos preocupa lo que podamos hacer también a nivel local en los ámbitos en los que nos movemos».
– ¿Y qué otras cosas iban reportando?
– «Que temas como el espacio público tienen que ser enseñados atendiendo a las necesidades temporales de las personas y que eso exige aceptar también la diversidad, porque las personas pasan por distintos momentos y lugares. Que esto es parte de la profesión que les exige avanzar a ciertas comprensiones comunes, aunque partan de lugares distintos, porque es la única manera de convivir en una escuela y atender a los estudiantes.
«Por tanto, enseñar el espacio público ayuda precisamente a esto, pues es el lugar de la comunicación y la deliberación. Deliberar no es sólo discutir, es plantearnos un problema y ver juntos, colaborativamente, cómo lo podemos mejorar para crear un espacio que nos convoque a todos. No sólo llegar a un consenso para que después cada uno siga con lo suyo. Y esto debiese ser constitutivo de una escuela, y con mayor razón del aula».
– ¿Cómo enseñar el espacio público en el aula, sin hacer el esfuerzo de transformarlo al mismo tiempo en espacio público?
– «Por ejemplo, muchos de los estudiantes de estos profesores identificaban al mall como espacio público. El asunto es que los profesores tienen experiencias distintas de sus estudiantes. Para ellos, que tenían vinculaciones con movimientos políticos y sociales, se les hacía difícil pensar que un mall pueda tener alguna connotación como espacio deliberativo. Pero al mismo tiempo sabían que algo debe haber ahí también. Algo político discutirán los jóvenes en el patio comida cuando hablan de sus temas. Por eso, traer eso a colación en el aula podría permitirles hablar de la diversidad de manera más profunda. No quedarse en la forma, sino tratar de llegar siempre al fondo».
– ¿Y qué cree que ocurre, que no avanzamos en esa dirección?
– «Hay una sensación de que el espacio público se entiende como los lugares comunes. La plaza, el mall, pero podemos ir todos a la playa y no conversar. Antes iban familias completas al estadio, se conocían entre todos. Ahora vas, te sientas, ves el partido y para tu casa. O sea, el estadio era más espacio público antes que ahora. Lo que quiero decir es que lo que impide que ese lugar común sea espacio público tiene que ver con que cada vez menos sentimos la necesidad de deliberar en profundidad sobre los problemas que nos separan.
Todavía existe mucha segregación, siendo la económica muy importante en un país como el nuestro, pero también está el tema racial y no me refiero solamente a los inmigrantes, sino a cómo hoy en día los sectores más acomodados se refieren a los llamados “flaites”. También la diversidad sexual ha puesto sobre el tapete la discriminación de género. Entonces es muy difícil encontrarnos, no podemos ignorar que estas diferencias nos polarizan. Eso no permite deliberación o intercambio. El individualismo tiene muchísima injerencia y peso en las relaciones sociales en Chile y no nos permite reconocer las perspectivas de los demás».
– ¿Cómo se podrían conciliar estas diferencias entre las propias experiencias y la asignatura de Educación y Ciudadanía?
– «Muy ilustrativamente, en relación al espacio público y al territorio, la nueva asignatura dice “vaya a conocer a su alcalde” o “vaya a conocer a su autoridad”, pero el mundo de los estudiantes es otro. No es que no deban conocer al alcalde, es que un alcalde está preocupado de muchas cosas que no se relacionan con el espacio público más propio de los estudiantes, y que ellos deben comprender que la vida social y política no se agota en lo que hace la autoridad de turno.
Es más, si el Estado piensa que el espacio público es importante para la sociedad, debiese fomentar la participación libre y organizada de los estudiantes sin prescribir de antemano ciertos objetivos institucionales. Ahí viene todo el tema de la verdadera participación y cómo ella está inserta en la cultura de las personas que siempre es más amplia que un sistema político. Lo que discutimos no sólo con los profesores chilenos, sino con los profesores de los otros países latinoamericanos que nos colaboraron».
– Con este proyecto centrado en el rol del profesorado en la enseñanza de la ciudadanía, ¿con qué elementos se contribuyó?
– «Espero con la convicción de que sus conocimientos profesionales son más amplios que los que mide un portafolio en una evaluación docente. Hoy pareciera ser que el conocimiento tecnológico, de la innovación, es el único importante. A nosotros nos interesa la dimensión personal del saber que tanto influye en la educación. El valor de las memorias, que van dando sentido a lo que nos ocurre. Es una perspectiva que afortunadamente va creciendo en importancia en la literatura. En la misma Facultad de Educación nuestra veo que con los colegas estamos hablando más de esto y que lo estamos conversando con los estudiantes.
«Es decir, estamos discutiendo cómo enseñar y hacer espacio público y la importancia del conocimiento profesional docente, que no es meramente instrumental, sino que está enraizado en quienes somos y queremos ser».
Cabe mencionar que el proyecto contó con la participación de distintos académicos como Gabriel Villalón de la Universidad de Chile; Jessica Ramírez de la Universidad Nacional de Costa Rica; Gerardo Ubilla y Reynaldo Panduro, doctorandos de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Libre de Berlín, respectivamente, así como profesores del sistema escolar de Chile, Perú, México y Costa Rica, “que contribuyeron a partir de su experiencia acumulada preparando a sus estudiantes para la ciudadanía”.
Fuente: Constanza Lobo Sánchez, periodista de la Dirección General de Investigación.